martes, abril 18, 2017

Apuntes sobre Los Pasos Distantes II

Rememorar cada baldosa que pisé, cada palabra intercambiada, cada gesto, es una titánica labor. Por eso me quedo con las miradas, con los atisbos de humanidad que observé en esta extensa ruta; por eso agradezco a los individuos que componen Los Pasos Distantes, con los que pude compartir un momento fugaz; así como también con los que tuve la fortuna de poder explayarme y materializar ese diálogo, construyendo una amistad fundada en la confianza del que te apunta con un objetivo, una cámara.

Apuntes sobre Los Pasos Distantes

No lo puedo atribuir a otras cosas, solo a esa obsesión por las islas. A ese parámetro insular, aislado de todo orden, carente de una ruta de escape. Esa concepción se asemeja a la celda de las olas, al claustro de las tribulaciones del mar, a la cartuja de los horizontes. Sin embargo, las baldosas que pisé: en Europa, Oceanía y principalmente en América latina, siempre tuvieron un tinte de mi paso por las islas. Los lugares que uno visita son siempre pequeñas islas, parajes atiborrados de ausencia. Digo ausencia, porque mientras uno los habita, el resto se hace invisible. Los fotógrafos lo denominamos fotograma o cuadro, para los músicos es corchea o simplemente una dulce melodía. Por lo tanto, los que tenemos anexada la cámara a la mano y el ojo que la sostiene se comporta como un buen aliado, inmediatamente se transforma en una finalidad. En definitiva, es un consorcio establecido para forjar un objetivo, para generar un espacio perpetuo, único. Ya no se puede volver a reproducir ese instante, quedó aislado, detenido. Esto me sucede al evocar la epifanía de los pasos distantes… Y en esa caminata que tuvo matices, adoro la gráfica memoria, esa coyuntura estática que me vuelca a revivir esa inamovible circunstancia y que me tuvo como protagonista del sempiterno instante por donde pasé. Y tuve a mano la Nikon, un manojo de película Ilford y la intención de tomar una foto.

miércoles, diciembre 14, 2016

Los Pasos Distantes

Detrás de toda fotografía invariablemente hay una historia, como la que se desliza en cada una de las imágenes que presenta este libro. Una anécdota, un párrafo aparte, una coma que se quedó extraviada en la conversación. Por eso, siempre que revisitamos una fotografía, ésta nos evoca una sensación. De allí que los pasos distantes sea la expresión exacta para graficar el recorrido de un extenso derrotero, y las huellas de este largo camino vayan quedando plasmadas en instantáneas. Los fotógrafos somos seres de instantes. La cámara no solo es un adminículo más, un accesorio… Es la prolongación de tus ojos, un instrumento. Por eso tracé expediciones desde La Habana a Buenos Aires, del archipiélago Juan Fernández a las islas Malvinas, pasando por Montevideo, Ushuaia y Punta Arenas. Por eso busqué un ángulo exacto, un estallido de luz que detenga ese instante. Como si fueran las líneas de un cuento inconcluso. Y al igual que en los textos, el retorno siempre es un necesario ejercicio, para poder revisar y de golpe volver a partir. Explorar Bolivia, Perú y Guatemala, adorando el México profundo, ése de los contrastes. El transporte que me condujo por este periplo tuvo diferentes fisonomías; barcos, trenes y motos. Aviones, caballos y carros. Pero en todos ellos existía un denominador común, un patrón que se repetía. El traje invisible se transformó en un requisito y con ojo disciplinado me convertí en vigilante. Oruro, Oaxaca y Cuzco. Algo estaba buscando en esa cadencia del ser humano. Ese afán por lo desconocido se fue acrecentando, ya no era un asunto de gustos. Con la fuerza de atracción que proporciona un imán, me fui vinculando con ese aspecto que condiciona los pasos, facetas y actividades. Características que albergan la esencia del que habita su sitio. Porque ya no solo eran las ganas de viajar, algo se estaba incubando, un interés supremo hizo que me volcara en una desenfrenada búsqueda. Todo tenía sentido; un salto en la playa, las copas servidas en la barra de un bar, un diálogo exultante que se revela. San Telmo, Auckland y Montalbán… Estos fotogramas son los testigos de mis andanzas, la memoria visual de mis trayectos. No ya un dato más, una imagen. Ollantaytambo, Potosí y Ralco, otras ciudades. El hombre del sombrero, la niña que llora, la cubierta de un barco, los despojados que habitan la cárcel. Por eso, cada vez que vuelvo sobre las fotos que alberga esta construcción que denominamos libro, percibo ese aroma: el de los personajes extraviados en los pasos distantes.

martes, octubre 18, 2016

Bob Dylan

Bob Dylan... Mañoso e impenetrable, características que ha reforzado con el paso del tiempo. Pero Dylan es uno de mis favoritos y cuando ofreció el concierto –Santiago, 11 de marzo de 2008– sabía que de alguna manera tendría que superar las trabas y controles que pondría la organización respecto al uso de cámaras fotográficas. La táctica fue simple y se podría resumir en que había que ingresar al recinto como simple mortal, es decir, aligerar la carga: un lente en el bolsillo de un amigo, otro al cinto y mi cámara desarmada en piezas ocultas en diversas partes del cuerpo. La maniobra tuvo éxito, la revisión de los guardias fue infructuosa y con una socarrona sonrisa pude observar como requisaban un montón de cámaras. Ya estaba adentro del inmenso coliseo y la ubicación de mi asiento me permitía tener una visión casi perfecta. Una vez que se apagaron las luces del Movistar Arena y el maestro hizo su aparición con puntualidad inglesa; saqué el cuerpo de la cámara y la armé con todos sus componentes ocultos. La emoción me embargaba mientras se escuchaban los primeros acordes de Rainy Day Women #12 y Bob Dylan se dejaba ver en el escenario alumbrado por un pequeño farol. No lo podía creer; la leyenda del folk estaba en la mira de mi teleobjetivo. Con ojo inquieto y gatillo fácil pude obtener un sinnúmero de imágenes que tenían como centro a Robert Allen Zimmerman. Hoy me entero por la prensa que ha sido galardonado con el premio Nobel de Literatura. Hace años que se venía escuchando que Bob se merecía este premio; había sido candidato en varias ocasiones pero nunca llegó a estar entre los favoritos. Sin embargo, para muchos era solo cuestión de tiempo. Sus letras tienen un peso específico que trasciende a generaciones. Como dijo Joaquín Sabina en el documental - Las huellas de Dylan – “Tiene esa frescura asilvestrada tan maravillosa; el mismo lo cuenta: que lo nombraron gurú, jefe de una generación y que él no sabía de qué le hablaban. Yo creo que es talento en estado puro, tipo Rimbaud “ Bob Dylan, el cantautor, el músico y poeta, el emblema de una generación. El hombre que influenció a The Beatles y a muchos que vinieron después; hoy se convierte en premio Nobel de Literatura. Larga vida al maestro ¡¡¡

viernes, mayo 22, 2015

Archipiélago Juan Fernández - Historia y Biodiversidad en Latitud 33 Sur

Hace 22 años que empecé mi peregrinaje por las islas que componen el archipiélago Juan Fernández. Desde niño quise habitar los promontorios ultramarinos que alguna vez cobijaron al más célebre náufrago –Alexander Selkirk– y bajo esa premisa zarpé del puerto de Valparaíso en febrero de 1993, con la secreta intención de quedarme allí al menos dos semanas. Mi equipaje consistía básicamente en una carpa, algunos víveres y mi cámara fotográfica. Sin embargo, mi sorpresa fue grande al caer en la cuenta de la cantidad de días que permanecí en dicho territorio insular: estos ya sumaban dos meses. Así partió mi profundo amor por estos espacios ultramarinos. Mucho tiempo ha transcurrido desde ese primer viaje, pero cada vez que comienzo a recapitular las sensaciones que experimenté en esa inicial travesía, invariablemente llego a un hecho anecdótico. La primera persona que me saludó cuando desembarqué en el muelle de San Juan Bautista fue Pedro Niada; a ese simple acto de saludar y enarbolar la palabra “ Bienvenido“ no puedo dejar de llamarlo sincronía. Desde aquella primera estadía empezamos a cultivar una entrañable amistad que con el pasar de los años nos condujo inevitablemente a embarcarnos en la elaboración de este proyecto. Juntos recorrimos la escarpada geografía de las islas, sus prístinas aguas, establecimos un sinnúmero de vínculos con sus habitantes y nos empapamos de los mitos y leyendas que circundan la historia de este archipiélago; por eso, cuando volví al continente después de ese primer viaje prometí regresar. En estos 22 años los isleños y Pedro me han visto desembarcar en el muelle una infinidad de veces y en cada oportunidad que piso nuevamente la tierra de Selkirk, sumo otra historia a mis alforjas… Las excavaciones del tesoro de Lord Anson, un par de viajes profundos a la isla de Más Afuera, coordinar una escapada al sector de Vaquerías, retratar la desgracia que produjo el maremoto del 27 de Febrero o simplemente convencer al loco Bruno de que a pesar del vértigo que padece, era oportuno tenerlo como guía para llegar al sector de Los Cuchillos. En este largo derrotero hemos recopilado la no despreciable cifra de 200 mil imágenes que muestran la vida en las tres islas que componen el archipiélago. En ellas se puede apreciar su flora y fauna –terrestre y submarina–, su geografía, sus personajes, sus fiestas, tradiciones y aniversarios. Porque este maravilloso conjunto de islas llenas de historia e imaginería, cubiertas de plantas y aves y peces y lobos, de entierros y un fuerte, de pasado corsario, de batallas navales, de colonia penal y relego, me parecen merecedoras de ser condensadas en esta construcción a la que denominamos libro. De ese modo, hemos ido dando forma a un trabajo que tiene la estampa de años y que por sus características documentales sin duda será un aporte para las futuras generaciones; más aún luego de la tragedia que inundó los cimientos de este archipiélago. La historia de los pueblos se nutre de su memoria y si sus habitantes ya no están para contarla, las imágenes quedan. Por eso, después de 22 años de trabajo una parte de mi queda trunca. Pongo fin a un largo derrotero en las costas del Archipiélago Juan Fernández; y lo hago con una mezcla de nostalgia y la satisfacción del deber cumplido. Esta fecha que se aproxima la pensé muchas veces, en incontables ocasiones la visualicé bastante lejana - casi una quimera - pero tuve el valor de darle otra vuelta de tuerca, acomodarme ante las adversidades y recomenzar. Me mentalicé en las millas navegadas, en las caminatas por los filosos riscos, pensé en esas interminables jornadas atravesando bosques de lumas y abriendo senderos en los helechos de Mas Afuera, para posteriormente terminar compartiendo a la luz de las velas, que alumbraron las primeras noches de mi estadía en la quietud de bahía Cumberland. Nunca bajé la guardia, tuve una condición similar a la paciencia del pasajero en el puerto, a toda esa parsimonia del observante, a todas estas historias que pasaron frente a mis ojos. Cómo contarles, podría escudriñar eternamente sobre estos 4 lustros y monedas. Por eso cuando me veo recapitulando el tiempo transcurrido, me queda la recompensa de que el registro de tantos viajes, de innumerables conversaciones, de infinitas anécdotas, no quedarán atascadas en los cajones de mi armario. Están aquí, plasmadas en esta construcción que denominamos libro. La iniciativa inicial fue esta - la misma que conversé largamente con el loco Bruno en la calma de la jungla – y que con el paso del tiempo se fue transformando de a poco en una suerte de legado para que las futuras generaciones que habitan estos promontorios ultramarinos, tengan a mano un manojito al que darle un vistazo. Para poder evocar a esos viejos lobos de mar que forjaron el presente de San Juan Bautista; recuerdo con particular afecto a Elsa Rivadeneira, Jorge Angulo, Cote Rojas y a otros tantos que nos dejaron a temprana edad como: Pablo Fajardo Green, Abel y el Puntito. Este Archipiélago me ha marcado de sobremanera, está en mi ADN. Como un hincha que se sienta en la butaca del estadio del equipo de sus amores y lo alienta en los malos juegos; son afectos que no se tranzan. De niño siempre dibujé islas y barcos y combates navales. Por eso no deja de ser paradojal estar sentado aquí, elucubrando sobre este Archipiélago. Una suerte de viaje en el tiempo, que hoy me sitúa presentando este trabajo sobre las islas de mi infancia. Por eso quiero agradecer a mis padres, a mi familia, a mis amigos, a Consuelo Bermeosolo por todo el apoyo, a Rosario Rosello por incentivarme a desarrollar este proyecto en una primera etapa, a Gonzalo Badal y a Javier Badal por creer a pie juntillas en el, a Manuel Paredes Kotzing por guiarnos hasta la cumbre de Los Inocentes, a Bruno González por las interminables noches de conversación y a través de estas empaparme de la cultura isleña, a Florencia Velasco, Michel Contreras, Edison Pérez, César Araya y Gustavo Navarrete por la dedicación. Y especialmente a mis hermanos isleños: Pedro Niada Marín, María Eugenia Beeche, Geovanni González Chamorro, Rodrigo Chamorro, Reinaldo Rojas Rivadeneira, José María Gutiz, Dennis González Charpentier, Raimundo Bilbao, Fabiana Persia, Fernanda Leay Beeche, Marcos Errázuriz, Marcos Araya, Viviana Ordenes Hills, Patricio Olavarria, Vasthi González Condell, Francisca González Beeche, Vittorio Bertullo, Mario Charpentier, Bernardita Peralta, Marco Cabrera, Pedro Durán, Leopoldo González, Lietter González, Guillermo López, Bernardo López, Cristian López, Waldo Chamorro, José Rojas Rivadeneira, Elsa Rivadeneira, Katterine López, Cristian Freund, Martín Westcott, Matthew Westcott, Robin Westcott, Gabriel Espinoza, Bernard Kaiser, Juan García Rojas, Germán Recabarren, Marcelo Rossi, Brenda González Chamorro, Ilka Verónica Paulentz, Helen Fajardo Green, Ximena Green, Susan López, Jeanette Balbontín, Daniel Badilla, Elías Chamorro, Vasthi Recabarren, Kano Chamorro, Héctor Campos, Julio Recabarren, Jorge Palomino, Ainhoa Sancho Poveda, Mar Poveda, Ana Carter, Valeria Salzman, Victoria González Camacho, Manuel De Rodt, Manuel Recabarren, Luis Rivadeneira, José Miguel Recabarren, Teodoro Rivadeneira, Libna González Condell, Leonardo Rojas, Dante Niada, Lucecita Niada, Betty Schultz, Guillermo Brinck, Keila Alanis, Julia Chamorro, Toño González, Juan Carlos Ordenes Hills, Pablo Fajardo Green, Francisco Del Solar, Pradhana Fuchs, Juan José Hurtado, Paulina Vargas, Carlos Vallejo, Patricia Persia, Juanita Paredes Kotzing, Alejandra Belart, Andrea Hessin, Matías Sanfuentes, Vesna Stancic – Rocotov, Sebastian Correa Cabrera, Guido Balbontín, Gabriel Schkolnick, Felipe Drago, Pilar Arrázola, Danilo Arredondo Contreras, Manuel Escalona, Cato Arrué, Isaira Condell Díaz, Víctor Aguirre Schiller, Joselo Rojas Schutlz, Carlos Montalbetti, Iván Leiva, Alvis González Charpentier, Sebastian Correa Murillo, Angélica Pérez, Valeria Vargas, Pablo Pérez Respaldiza y Anthony Westcott. Gabriel Pérez Mardones 1 de Abril - 2015

viernes, diciembre 28, 2012

Symns y River y la Copa Libertadores

A Symns lo solía ver en las noches de Lipiria - siempre hay que tergiversar el lugar, extraviar la ruta - Empezábamos hablando de algún poeta maldito, de Fito Páez, con cordialidad nos comentábamos preferencias y en más de alguna oportunidad una severa discrepancia. Pero después de unos tragos necesariamente desembocábamos en River, la maldición de los 10 años y el Búfalo Funes. Ese tremendo animal que se encargó de romper el maleficio y que lamentablemente nos dejó temprano. Y Symns dale a la fábula, memoria y escabio; parecido a René Orlando Housemann, aquel puntero derecho que alguna vez vistió la camiseta de River y jugó una final de Copa del Mundo. No como el Bichi, que entró unos minutos en ese segundo Mundial y tuvo mala suerte, le tocó en el plantel un triunvirato de nombres; Maradona, Bochinni y Trobianni. Symns hablaba del fin del hechizo, corría el año 1986, Juan Gilberto Funes explotaba en la cancha de Nuñez y el Bichi partía a Italia a enrolarse en el Milán. Era el primer título de Los Millonarios en el concierto internacional y con claridad se sacaban el estigma de “Gallinas “- no sé si lo saben- ese apodo viene de una noche en los pastos de Nuñoa, 20 años antes. El mismo estadio que albergó una final de Copa del Mundo nuevamente era testigo de una hazaña; se jugaba el tercer partido de la final de Copa Libertadores y River ganaba 2-0, aunque hay que decir una cosa: al frente estaba Peñarol, los Yoruguas son famosos por eso, sacaron una ganzúa y dieron vuelta el encuentro… Comenzaba así la leyenda del maleficio; se repetiría 10 años después, la misma final, el mismo estadio que albergó un campo de prisioneros, la misma tragedia, otro rival; Cruzeiro. Validando la tésis del maleficio el pánico se instaló en los hinchas Riverplatenses cada diez años. Pero Juan Gilberto, el Corazón, la cancha de Nuñez, son demasiadas aristas para sostener un conjuro. Con una certera estocada el Búfalo encontró el antídoto y River alzó la esquiva Copa, ignorando que 10 años después se repetiría la misma final, el mismo rival, la cancha de Nuñez y otra vez la Copa adornando las vitrinas del Monumental. A Symns le logro ver la banda en los ojos, extravía la mirada, pide un Whisky en la barra, gira sobre si mismo y emprende la retirada. Fue la última vez que lo ví. Hace unos días atrás me enteré por la prensa que River había sido eliminado de la Copa por Libertad de Paraguay y la maldición del conjuro volvía a cobrar sentido. No debe haber sido una buena noticia para Enrique.

miércoles, diciembre 26, 2012

El espacio después del vértigo y viceversa

A mi cuerpo le pasaron una ósea factura y me encuentro postrado con la pierna en un andamio y mi acostumbrada rutina está trunca; mi cabeza deambula entre el ruido de la acera contigua y ese zumbido que no deja de confundir - el espacio después del vértigo - El diálogo de noche, el vino reflejado en un vidrio catedral, el cenicero que acumula cenizas y el sonido de un tango - como se evoca el pasado - Porque de niño siempre dibujé islas y barcos y aldeas; porque me quedé tartamudo después de ver la muerte - tenía tres años - porque se me quitó en Fray Jorge, porque lo re-visité 28 años después, porque vi zorros en Fray Jorge. Entonces me volqué, Volví. Hoy que es fines de Octubre, mi cama-Mañio, mi pierna extendida, mi dolor - el vértigo después del espacio -

lunes, diciembre 24, 2012

El Gigante de Puerto Inglés

Una voz interna lo llamó y se fue a vivir a Mas a Tierra, hace ya mas de tres lustros que habitaba la isla mayor de el Archipiélago Juan Fernandez antes de que un misterioso hecho se lo llevara para siempre. A Melgarejo lo conocí en los albores de 1993, año en que se filmó el mentado documental que dio pie a la investigación de Bernard Kaiser; esa que trata de dilucidar el misterioso entierro del tesoro de Lord Anson. Su aspecto de naufrago, de solitario hombre de mar, habitante por decisión propia de las venturadas islas del Pacífico sur - casi una reminiscencia de Selkirk - y como tal, se topó con una historia antigua. A la luz de esta fortuita voragine, años más tarde se convirtió en el Capataz de las faenas arqueológicas en busca del famoso tesoro. Discovery Channel lo hizo sin querer, de algún modo encubierto lo citó para que fuera parte de una de las tantas leyendas que se empezaron a tejer a partir de 1998 - el oro no aparecerá antes de que mueran seis hombres en el mar y dos mas en la tierra- Sin embargo, esas palabras que surgieron de boca en boca y que a su vez lo tendrían como el último de la lista, nunca minaron su entusiasmo, las tomó como parte de la imaginería que circunda a todo entierro. Cobijado de la tempestad que vendría, desempeñó sus labores con extraordinaria pulcritud. Hombre de pala y bastón, de dulce sonrisa, de carismático semblante. La última vez que lo vi, recuerdo que los paleros que estaban bajo el alero de su voz de mando lo trataban con respeto, nunca esbozó una mala cara, siempre mostró la tierra que caía de sus puños, como si ese gesto fuera la continuación de la sombra del gigante de Puerto Inglés.

Amotinado

Abandonaste el barco antes de que empezaran los enconados vientos, los principios de conato, las disputas de poder. No le diste tiempo a que probara su fortaleza frente a las deleslables ráfagas. Tus razones tendrías, lo se. Sin embargo, te fuiste silenciosa y lo dejaste a solas. Ese inmenso espacio se volcó sobre mis hombros. Una cáscara de nuez cabalgando en la inmensidad del océano ( No había sitio para un corazón amotinado )

Las cartas

Te escribo en esta nomenclatura por que yo no sé si tu sabes de que se compone mi letra - Arcaica e Indecifrable - y me es mucho mas cómoda esta; la epistolar es una de las formas de comunicación que mas me sorprende. Existe en la cubierta de un barco, en una casilla en la oficina inferior de Correos, en ese buzón perdido en algún país perdido o simplemente en el mueble donde reposan cartolas, partes e invitaciones. Son cartas, atemporales. Describen el presente que habito y recorro. Por eso esta noche, me vi envuelto en esta vocación postergada y el curso de las palabras que se volcaron al torrente de este pequeño texto dan cuenta de lo que sucede en este rincón. De ahí su importancia, su bruta importancia

Los Otros

A diario convivo con ellos, con los que cohabito en este alargado cuerpo. Con los que están habituados al Vino y el humo, los que son acertivos y juegan y son hinchas. Y como uno esta lleno de inquietudes y busca, germinan. Y se encuentra con los otros; los que piensan , los que son intrinsicamente voyeristas y miran. Esos que se detienen en un pequeño ademán y atesoran un peculiar gesto. De ese tesoro se nutren - Los otros - los que se instalan y miran y escuchan y beben. Los que de alguna manera encubierta están sosteniendo a este que soy; una madeja de nudos y cuerdas y dedos y notas y dudas…

Día D

Desarmado sobre un terreno, despojado de un techo, deambulando en el frío, desprovisto de abrigo, debajo de un poste - delgado - desafío a la lluvia, desnudo. Dócil dominio del clima, dilata dudoso sus dardos de agua.

Beso

Me dejaré crecer los bigotes y tendrás que buscar unas grandes tijeras de sastre, para poder colgar de mis labios afables: tus dedos, tu boca muda y tus ojos de gata Porteña.

Cadaver esquisito II

Cada vez que la O circula y la E empieza, una A me atrae; y no solamente por devoción a las vocales. También la S sigsagea, así como de la D dependo. Sin embargo, esto no es una Le, lezera.

Un paso

Yo voy un paso adelante, no dejes tus pies a un lado. Y como hemos vuelto a palpar esa pequeña y precisa estadía, sigo adelante con zancadas seguras. No dejes tus pies a un lado, yo voy un paso adelante.

Servicio Militar

Cuando camino hacia el cantón con los dedos cruzados. Me hice la siguiente pregunta: ¿ si me dejan adentro podrán lavarme el cerebro los que visten uniforme ? Moraleja: Por cortesía de los trámites burocráticos estoy atónito de las influencias.

Pedro Huenteo

Artífice de la memoria, cuenta. Dibuja En la mente sus tierras, transcribe en las hojas su condición de nativo, circunscrita por el monte - torcido - mirando el mar. Allá en el sur se perdieron sus ojos. Allá en el sur se conjugan entre canal y barcaza. Allá en el sur Pedro Huenteo se pasa, impávido, como queriendo estrechar - se conoce los rincones, las horas, las pilchas y hasta los arreboles - Con suave tacto detecta la rendija que gime de frío, espasmo engullido en su total opasidad. Arrebatado de iris y cornea y bastoncitos...

Si te viera

Si te viera en la calle te seguiría a una cierta distancia; digamos a media cuadra, de manera que al llegar tu a tu esquina tenga un previlegiado espacio para saber detenerme - si el semáforo que te mira indica que pares - entonces me voltearía rapidamente, me tomaría el pelo, sacaría algo del bolso, amagaría, como un inofensivo sortilegio, Amagaría. Si te viera en el metro sería distinto, es decir, si te viera caminar por el andén, esperando con calmada impaciencia que se abran las puertas del carro, me subiría en el vecino vagón - no ya un comunicado tren - y observaría con encubierto ademán la carpeta que sostienen tus manos, descifrando por la ovalada rendija, los extraviados datos, ajenos al día en que sorteando otros rostros te diviso casual Si te viera en algún mercado eso sería sin duda otra cosa; estarías escudriñando en semillas, anudándote anillos, colgando un morral. Por lo que inevitablemente Me detendría en el puesto de enfrente - detrás del mostrador - y agazapado y atento, esa alegoría viviente del ruedo se suma en seguida al vínculo estrecho del giro; en donde sin mediar una tregua, el vaivén del lenguaje se acopla en tus ojos, felinos. Esparciendo un atónito gesto en el mercader.

La Mueca

Esa sucesiva réplica de numerosas dudas y diversos estados he inquietas instancias - como la censura - aquella inquisidora actitud que de un pérfido modo nos visita hoy en día en las aulas. De esa manera, la inocua postergación del ineludible concepto de ser humano íntegro; compuesto también con axilas, senos y pelvis. Paradojalmente despiertan la ira en estos jardines de Dios. Ante tales advenimientos contesto con una irreverente mueca. ( Censura del Popol Vuh - Campus Oriente )