domingo, febrero 01, 2009

El Rescate de Alexander Selkirk-1709



Hace exáctamente 300 años, un hombre vestido con pieles de cabra divisó en la profundidad de la estepa marina unas velas. No alcanzó a ver a qué nacionalidad pertenecía aquel Bergantín, subió hasta lo más alto de las escarpadas montañas para certificar la procedencia de aquella nave y una vez que verificó que la que flameaba era la bandera Inglesa bajó raudamente hasta la orilla; les hizo señales, prendió una hogera al borde de la playa para anunciar que estaba ahí...
Era el principio del fin de su cautiverio; habían pasado 4 años y 4 meses desde que decidió bajar del Cinque Ports para abandonarse en la profundidad de la isla mayor del Archipiélago Juan Fernández.
Alexander Selkirk volvía de a poco al mundo de los hombres; la soledad y el desamparo, el curso de los días y las estaciones del año lo habían convertido en un habitante más de este paraíso ultramarino; su condición de aventurero sumado a su ingenio y fortaleza establecieron una confabulación para soportar las inclemencias de tanto abandono. Había perdido la capacidad de hablar en su lengua y su aspecto se asemejaba más a un harapo que a su condición de ser humano; por eso cuando los hombres bajaron de su Pinaza y vieron correr a este individuo portando un paño blanco lo apuntaron con rifles y el solo atinó a decir " Abandonado "
Aquellos hombres,acostumbrados al rigor de lo desconocido, no comprendían que este ser misterioso -casi una fábula- se pusiera de pie ante ellos y hablara en su lengua.
Selkirk habló entrecortado- ajeno a las conversaciones por tanto tiempo- apenas podía pronunciar una frase, mezcla de ausencia y emoción; les dijo que llevaba varios años viviendo en esta isla en la más absoluta soledad; solo lo acompañaban las cabras y algunos gatos, además de aves, peces, lobos marinos y langostas. Les mostró la cabaña donde vivía, los utensilios que confeccionó para subsistir, sus instrumentos de navegación y las pocas pertenencias con que se bajó del barco que comandaba Thomas Stradling. Los hombres no daban crédito a lo acontecido, le preguntaron por las bahías, por manantiales de agua fresca y hierbas para curar el escorbuto- elementos altamente apetecidos en las travesías de alta mar- Selkirk accedió a mostrar todo lo que le procuraba la isla, los condujo por senderos llenos de frutos, les mostró los bosques, les habló de la infinidad de cabras que habitaban este territorio insular, cómo cazarlas en las abruptas quebradas y obtener carne fresca.
Asombrados de tanto conocimiento y después de verificar que lo que decía era cierto lo invitaron a subir al Duke, ahí lo esperaban el Capitán Woodes Rogers y el Piloto William Dampier; Selkirk fue reticente ante la eventualidad de toparse con el hombre que lo había abandonado años atrás. Pero Stradling yacía en las mazmorras de una prisión en Lima y el Cinque Ports hundido en las cercanías de la costa Peruana.
Comenzaba así el largo derrotero que lo conduciría de vuelta a su tierra natal, a las aguas del Támesis; no sin antes asolar las costas de Guayaquil y capturar al famoso Galeón de Manila. Selkirk había cumplido su sueño que lo condujo a aventurarse a los mares del sur, hace 8 años había partido con un solo objetivo; atesorar la riqueza que deambulaba en las rutas del nuevo mundo y volver convertido en un hombre nuevo, pero jamás sospechó que el viaje tendría los alcances que tuvo, su peregrinaje fue abrupto, atormentado y difícil. Sin embargo, su fortaleza se acrecentó, volvía con nuevos bríos, vistiendo ropas de seda y una buena parte de un botín. Su figura y personalidad ya tenían ribetes de leyenda y junto con ello -sin que jamás lo sospechara- se estaba fraguando la concepción de un mítico personaje; Robinson Crusoe.