Archipiélago Juan Fernández - Historia y Biodiversidad en Latitud 33 Sur
Hace 22 años que empecé mi peregrinaje
por las islas que componen el archipiélago
Juan Fernández. Desde niño quise habitar
los promontorios ultramarinos que alguna
vez cobijaron al más célebre náufrago –Alexander Selkirk–
y bajo esa premisa zarpé del puerto de Valparaíso
en febrero de 1993, con la secreta intención de quedarme
allí al menos dos semanas.
Mi equipaje consistía básicamente en una carpa, algunos
víveres y mi cámara fotográfica. Sin embargo, mi
sorpresa fue grande al caer en la cuenta de la cantidad
de días que permanecí en dicho territorio insular: estos ya
sumaban dos meses.
Así partió mi profundo amor por estos espacios ultramarinos.
Mucho tiempo ha transcurrido desde ese primer viaje,
pero cada vez que comienzo a recapitular las sensaciones
que experimenté en esa inicial travesía, invariablemente
llego a un hecho anecdótico. La primera persona que me
saludó cuando desembarqué en el muelle de San Juan
Bautista fue Pedro Niada; a ese simple acto de saludar
y enarbolar la palabra “ Bienvenido“ no puedo dejar de
llamarlo sincronía.
Desde aquella primera estadía empezamos a cultivar
una entrañable amistad que con el pasar de los años nos
condujo inevitablemente a embarcarnos en la elaboración
de este proyecto. Juntos recorrimos la escarpada
geografía de las islas, sus prístinas aguas, establecimos
un sinnúmero de vínculos con sus habitantes y nos empapamos
de los mitos y leyendas que circundan la historia
de este archipiélago; por eso, cuando volví al continente
después de ese primer viaje prometí regresar.
En estos 22 años los isleños y Pedro me han visto desembarcar
en el muelle una infinidad de veces y en cada
oportunidad que piso nuevamente la tierra de Selkirk,
sumo otra historia a mis alforjas… Las excavaciones del
tesoro de Lord Anson, un par de viajes profundos a la isla
de Más Afuera, coordinar una escapada al sector de Vaquerías,
retratar la desgracia que produjo el maremoto
del 27 de Febrero o simplemente convencer al loco Bruno
de que a pesar del vértigo que padece, era oportuno tenerlo
como guía para llegar al sector de Los Cuchillos.
En este largo derrotero hemos recopilado la no despreciable
cifra de 200 mil imágenes que muestran la vida
en las tres islas que componen el archipiélago.
En ellas se puede apreciar su flora y fauna –terrestre
y submarina–, su geografía, sus personajes, sus fiestas,
tradiciones y aniversarios.
Porque este maravilloso conjunto de islas llenas de
historia e imaginería, cubiertas de plantas y aves y peces
y lobos, de entierros y un fuerte, de pasado corsario, de
batallas navales, de colonia penal y relego, me parecen
merecedoras de ser condensadas en esta construcción a
la que denominamos libro.
De ese modo, hemos ido dando forma a un trabajo que
tiene la estampa de años y que por sus características
documentales sin duda será un aporte para las futuras
generaciones; más aún luego de la tragedia que inundó
los cimientos de este archipiélago.
La historia de los pueblos se nutre de su memoria y si
sus habitantes ya no están para contarla, las imágenes
quedan.
Por eso, después de 22 años de trabajo una parte de mi queda trunca.
Pongo fin a un largo derrotero en las costas del Archipiélago Juan Fernández; y lo hago con una mezcla de nostalgia y la satisfacción del deber cumplido.
Esta fecha que se aproxima la pensé muchas veces, en incontables ocasiones la visualicé bastante lejana - casi una quimera - pero tuve el valor de darle otra vuelta de tuerca, acomodarme ante las adversidades y recomenzar.
Me mentalicé en las millas navegadas, en las caminatas por los filosos riscos, pensé en esas interminables jornadas atravesando bosques de lumas y abriendo senderos en los helechos de Mas Afuera, para posteriormente terminar compartiendo a la luz de las velas, que alumbraron las primeras noches de mi estadía en la quietud de bahía Cumberland.
Nunca bajé la guardia, tuve una condición similar a la paciencia del pasajero en el puerto, a toda esa parsimonia del observante, a todas estas historias que pasaron frente a mis ojos.
Cómo contarles, podría escudriñar eternamente sobre estos 4 lustros y monedas.
Por eso cuando me veo recapitulando el tiempo transcurrido, me queda la recompensa de que el registro de tantos viajes, de innumerables conversaciones, de infinitas anécdotas, no quedarán atascadas en los cajones de mi armario.
Están aquí, plasmadas en esta construcción que denominamos libro.
La iniciativa inicial fue esta - la misma que conversé largamente con el loco Bruno en la calma de la jungla – y que con el paso del tiempo se fue transformando de a poco en una suerte de legado para que las futuras generaciones que habitan estos promontorios ultramarinos, tengan a mano un manojito al que darle un vistazo. Para poder evocar a esos viejos lobos de mar que forjaron el presente de San Juan Bautista; recuerdo con particular afecto a Elsa Rivadeneira, Jorge Angulo, Cote Rojas y a otros tantos que nos dejaron a temprana edad como: Pablo Fajardo Green, Abel y el Puntito.
Este Archipiélago me ha marcado de sobremanera, está en mi ADN.
Como un hincha que se sienta en la butaca del estadio del equipo de sus amores y lo alienta en los malos juegos; son afectos que no se tranzan.
De niño siempre dibujé islas y barcos y combates navales. Por eso no deja de ser paradojal estar sentado aquí, elucubrando sobre este Archipiélago.
Una suerte de viaje en el tiempo, que hoy me sitúa presentando este trabajo sobre las islas de mi infancia.
Por eso quiero agradecer a mis padres, a mi familia, a mis amigos, a Consuelo Bermeosolo por todo el apoyo, a Rosario Rosello por incentivarme a desarrollar este proyecto en una primera etapa, a Gonzalo Badal y a Javier Badal por creer a pie juntillas en el, a Manuel Paredes Kotzing por guiarnos hasta la cumbre de Los Inocentes, a Bruno González por las interminables noches de conversación y a través de estas empaparme de la cultura isleña, a Florencia Velasco, Michel Contreras, Edison Pérez, César Araya y Gustavo Navarrete por la dedicación.
Y especialmente a mis hermanos isleños:
Pedro Niada Marín, María Eugenia Beeche, Geovanni González Chamorro, Rodrigo Chamorro, Reinaldo Rojas Rivadeneira, José María Gutiz, Dennis González Charpentier, Raimundo Bilbao, Fabiana Persia, Fernanda Leay Beeche, Marcos Errázuriz, Marcos Araya, Viviana Ordenes Hills, Patricio Olavarria, Vasthi González Condell, Francisca González Beeche, Vittorio Bertullo, Mario Charpentier, Bernardita Peralta, Marco Cabrera, Pedro Durán, Leopoldo González, Lietter González, Guillermo López, Bernardo López, Cristian López, Waldo Chamorro, José Rojas Rivadeneira, Elsa Rivadeneira, Katterine López, Cristian Freund, Martín Westcott, Matthew Westcott, Robin Westcott, Gabriel Espinoza, Bernard Kaiser, Juan García Rojas, Germán Recabarren, Marcelo Rossi, Brenda González Chamorro, Ilka Verónica Paulentz, Helen Fajardo Green, Ximena Green, Susan López, Jeanette Balbontín, Daniel Badilla, Elías Chamorro, Vasthi Recabarren, Kano Chamorro, Héctor Campos, Julio Recabarren, Jorge Palomino, Ainhoa Sancho Poveda, Mar Poveda, Ana Carter, Valeria Salzman, Victoria González Camacho, Manuel De Rodt, Manuel Recabarren, Luis Rivadeneira, José Miguel Recabarren, Teodoro Rivadeneira, Libna González Condell, Leonardo Rojas, Dante Niada, Lucecita Niada, Betty Schultz, Guillermo Brinck, Keila Alanis, Julia Chamorro, Toño González, Juan Carlos Ordenes Hills, Pablo Fajardo Green, Francisco Del Solar, Pradhana Fuchs, Juan José Hurtado, Paulina Vargas, Carlos Vallejo, Patricia Persia, Juanita Paredes Kotzing, Alejandra Belart, Andrea Hessin, Matías Sanfuentes, Vesna Stancic – Rocotov, Sebastian Correa Cabrera, Guido Balbontín, Gabriel Schkolnick, Felipe Drago, Pilar Arrázola, Danilo Arredondo Contreras, Manuel Escalona, Cato Arrué, Isaira Condell Díaz, Víctor Aguirre Schiller, Joselo Rojas Schutlz, Carlos Montalbetti, Iván Leiva, Alvis González Charpentier, Sebastian Correa Murillo, Angélica Pérez, Valeria Vargas, Pablo Pérez Respaldiza y Anthony Westcott.
Gabriel Pérez Mardones
1 de Abril - 2015