El calambre que me había crispado en ese segundo en que Ana ( en que Margrit ) empezaba a subir al escalera vedada cedía de golpe a una lasitud soñolienta, a un gólem de lentos peldaños; me negué a pensar, bastaba saber que la seguía viendo, que el bolso rojo subía hacia la calle, que a cada paso el pelo negro le temblaba en los hombros...
viernes, junio 01, 2007
El calambre que me había crispado en ese segundo en que Ana ( en que Margrit ) empezaba a subir al escalera vedada cedía de golpe a una lasitud soñolienta, a un gólem de lentos peldaños; me negué a pensar, bastaba saber que la seguía viendo, que el bolso rojo subía hacia la calle, que a cada paso el pelo negro le temblaba en los hombros...
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