Mi Temprana Tartamudez
Tenía dos años ocho meses y me encontraba aquejado por algún virus, de esos que te toman el cuerpo y que me dejó postrado por varios días. Con lo cual, no podría observar las actividades que se desarrollarían habitualmente en la parcela y mi único consuelo era guardar reposo en la habitación. Recostado en la cama, recibía todas las atenciones posibles para un enfermo; pero ya se sabe la inquietud que manifiesta un infante cuando se encuentra en esa postura...
El Tito tenía asignada la tarea de matar al Cordero y como yo lo desconocía- en mi condición de enfermo- solo cabía jugar en la pieza y entretenerme con el caballito de madera, aunque de vez en cuando se me permitía jugar cerca de la ventana y asomar la cabeza. Fue ahí, que de tanto mirar el jardín la curiosidad se apoderó de mi mente...
Aprovechando el barullo que se escuchaba, me escabullí hasta el comedor; desde ahí tendría la mejor vista para observar los columpios y cerciorarme de lo que ocurría.
Después de una seguidilla de voces de mando, vino ese flash...
El filo de la navaja, el Cordero tumbado y la sangre que empieza a correr.
Me volví raudo a la cama y comencé a tartamudear...
Mi Madre nunca entendió lo sucedido hasta el episodio de la cuesta Fray Jorge ...
1 Comments:
doblemente lárico para mí es esto que acabo de leer porque el recuerdo de un cordero y una ventana en mi niñez solo se sujetaba de la pura impresión.
gracias
Cristina
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